jueves, 21 de octubre de 2010

Cuatro décadas

Una siesta muy calurosa de enero, del lado argentino del Atlántico y en barrio Candioti de la ciudad de Santa Fe, cuando todavía había muchos 404 como taxy y los durmientes del tranvía quedaron de souvenir sobre el empredrado de calle 4 de enero, me dio por nacer.
Una estupidez.
Me hubiera quedado dos o tres meses más de vacaciones en la panza de mi madre, tranquila, a la temperatura justa, desnuda, sin tener que llorar toda la noche para que me dieran de comer y me metieran en una palangana* con agua de la canilla** todos los días bajo el título de "baño a la nena".
Vine al mundo en el Sanatorio*** Rivadavia, que ahora es un multiespacio de no se qué comercios en planta baja, con varios pisos muy divididos de esos que los clasificados ofrecen como "monamb-luminoso-ban-coc" como gran opción para inversionistas.
Luego de una semana, mis padres volvieron a casa de mis abuelos y de ahí a sus trabajos respectivos, por lo que quien les escribe se crió entre su abuela piamontesa y el marido de ella, que vendría a ser mi abuelo criollo.
Solíamos mirar la novela en blanco y negro en la cama grande, yo instalada en el medio.
Estimo que mi llegada marcó el fin de la escasa vida sexual de ellos. No recuerdo una noche infantil durmiendo en la que debería haber sido mi cama.
Usé mi propia pieza cuando ya tenía que depilarme y dormía más tranquila mientras soñaba con el arquero**** de Unión de quien estaba enamorada en aquellas épocas ochentosas.
Todas las tardes tomaban mates muy azucarados a los que no me animaba ni por error. Mi abuela no sabía cebarlos*****, no era criolla ni argentina en sus usos y costumbres, fue criada por gringos extranjeros, de modo que su esposo, mi abuelo, se acostumbró a tomar esa "melaza" con agua casi hervida y no decir ni mu.
Mientras eso sucedía en la galería cerrada, yo hacía la tarea con el lógico desparramo de carpetas, útiles, libros de texto, revistas Billiken o Anteojito, etcétera, en la mesa del comedor mientras ya me iba acostumbrando al café como mi bebida de cabecera.
Mientras escribo, recuerdo todo ello con una sonrisa en el alma y lejos de las lágrimas que pensé que rodarían frente a tanta nostalgia y gente que ya se fue a las estrellas.

No me importa seguir teniendo cuarenta y tantos mientras siga este fresco, esta vida, esa avenida arbolada, esta libertad y esta Santa Fe, ciudad que amo y de vez en cuando echa un guiño desde las luces del renovado puente colgante, sus nuevos edificios, sus viejas costumbres y tu mirada color miel en los cristales de la galería cerrada.


*    Recipiente cóncavo de poca profundidad, en esas épocas de metal, de boca ancha.
**  Grifo.
*** Hospital de gestión privada.
****Portero, guardameta.
*****Cebar: echar agua caliente dentro del mate y ofrecerlo para beber.