martes, 2 de julio de 2013

VOS

Aquí y ahora. Te necesito bajo esos árboles, en la sombra del jacarandá, en el alféizar de mis incógnitas. Tu risa en el verdor de este atardecer.
Necesito abrazarte y sentir que nos volvemos uno solo.
Extraño tu mirada cálida y tímida deslizándose por mi rostro, buscando la mía, como ayer, como hoy, como hace tanto tiempo.

Como siempre.

lunes, 17 de junio de 2013

ESTAS AHÍ

Una tarde fría. Un café tibio. No preciso extrañar a nadie: estás ahí.  Tantos autos vuelan al verde y ni siquera los escucho, creo que me estoy volviendo loca. O que me estás enloqueciendo. No importa. Tanta gente pululando, negocios o charlas vanales, me da igual.

Te sigo mirando. Te desgarro la espalda con mis pestañas. Estás ahí.

Me sonreís.


Prefiero la insanía de perderme en tu pelo bruno antes que el consentimiento de la sociedad.


Serás mío.

jueves, 13 de junio de 2013

Bailas. Vuelas. Sonríes. Seduces. Desde mi mirada argentina, con apuros y pocas pulgas, te diría "me histeriqueás".  Pero me gustas.

No recuerdo haberme perdido en otros brazos aztecas, pero con tu piel recorrería, complacida, un mar de sensualidades perimidas.

Por favor, vuelve a Buenos Aires.

lunes, 18 de junio de 2012

Noche marina

Calor, poder y negocios. Una trilogía silente pero atroz. Mientras alguien firma un nuevo cheque como guiño del Poder, otros no comen, no duermen o pernoctan a la intemperie.

Hay nuevos Spa and  or Resorts haciendo cumbre en ciertas cumbres y nosotros los miramos, borregos, con un silencio estúpido, infinito.

Jorge grita lo que puede desde su programa semanal pero lo tapan,  denostan y ostigan. La oposición, desmembrada, parece no hallar la manija del tazón.

Me siento en el camastro a leer a aquel autor foráneo, mirando al mar oscuro con una copa de té, antes que soportar la última información  tendenciosa del canal oficial, antioficial o amoral.

El viento arenga una red verdosa hacia la playa y bajo con tu mirada en mi espalda.  Giro hacia la escollera pero las redes desaparecieron  mientras el sol clava en el Atlántico su primer cincel.




jueves, 1 de diciembre de 2011

Regreso

Tantos árboles preñados de flores. Verde manto de billar, tanta vida.  Algunos niños juegan en el mismo parque en el que nos enamoramos, hace más de veinte años.
En las torres, las mismas oficinas inhiben las mismas pasiones, ahora bajo el maquillaje que confiere la vejez.
Confío en que aquella señora va al mercado bajo la misma cúpula celeste del día que te amé.

He regresado.

lunes, 3 de octubre de 2011

SABELOTODO

Las chicas vienen a nuestra oficina siempre de a cuatro. En "yunta" como dirían en el campo. Si no es Jenifer con su novio es Gisele con un amigo, siempre diferente, pero igual.


Los cuatro saben todo, desde trigonometría hasta cómo hervir el agua para el café, de cabo a rabo.

Nosotros somos empleados veteranos, viejos, el más joven tiene veintitantos años de antigüedad y pocas ganas de que lo fastidien chicos recién ingresados.

Pero a ellos no les importa: se apostan detrás de nuestros monitores, se matan de risa con nuestros trabajos, auténticas rutinas de muchos años y nos quieren cambiar el mundo en dos plumazos.

Discute al jefe más jerarquizado hasta por la forma en que armamos las planillas de personal y hubo que cambiarles hasta el color de cada línea.

Ahora Gisele está embarazada.

Gracias a la ley que marca licencia por maternidad, nos salvaremos por tres meses de sus sabias visitas y de sus palabras dogmáticas.

domingo, 30 de enero de 2011

Tilingos

Entró mascando chicle y no paraba de hacer rulos con sus cabellos con una birome. No tendría veinte años y varios "piercings" y tatuajes estropeaban su cara y brazos. Miró mi living y comedor con indiferencia, sin que el sonido de la goma de mascar dejara de escucharse en la casa silenciosa.
-Mañana vuelvo, eh? O la van a llamar en 72 horas de la empresa para coordinar cuando vienen a colocar las alarmas...-Remató. Lo miré muda.
Estuve toda la semana en  casa esperándolos, para que me manden el viernes a un pendejo* desaprensivo e insolente que vino solo y sin la más mínima gana de trabajar.
Atravesó el jardín apurado, mientras otro secuaz de la misma calaña lo esperaba en un auto viejo y vencido por la tierra estacionado a más de un metro del cordón de la vereda.
Mis vecinos miraban el extraño cuadro de situación sin saber de qué se trataba. Yo tampoco entendía nada.
Han pasado más de dos semanas sin tener noticias del tilingo ni de la empresa de seguridad, eso sí, los restos de su chicle descolorido quedaron como recuerdo indeleble sobre la reja del jardin.

*Pendejo: joven, adolescente.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Feliz 2011

Es más fácil hacer llorar que reír. De todos modos, me siento en el alféizar de cualquier ventana vieja y tal vez sucia, con un liso en una mano y la mochila rota en la otra, para desearlas a mis lectores el mejor 2011 sin las palabras comunes de todos los años, que no las esperen, solamente que la pasen como y con quien quieran, siempre y cuando la pasen bien.
Con mucho calor o tiritando de frío, tomémosnos de la mano y saltemos todos juntos que el 2011 nos viene atropellando como tren de guerra.
¡SALUD!


Ana.

jueves, 21 de octubre de 2010

Cuatro décadas

Una siesta muy calurosa de enero, del lado argentino del Atlántico y en barrio Candioti de la ciudad de Santa Fe, cuando todavía había muchos 404 como taxy y los durmientes del tranvía quedaron de souvenir sobre el empredrado de calle 4 de enero, me dio por nacer.
Una estupidez.
Me hubiera quedado dos o tres meses más de vacaciones en la panza de mi madre, tranquila, a la temperatura justa, desnuda, sin tener que llorar toda la noche para que me dieran de comer y me metieran en una palangana* con agua de la canilla** todos los días bajo el título de "baño a la nena".
Vine al mundo en el Sanatorio*** Rivadavia, que ahora es un multiespacio de no se qué comercios en planta baja, con varios pisos muy divididos de esos que los clasificados ofrecen como "monamb-luminoso-ban-coc" como gran opción para inversionistas.
Luego de una semana, mis padres volvieron a casa de mis abuelos y de ahí a sus trabajos respectivos, por lo que quien les escribe se crió entre su abuela piamontesa y el marido de ella, que vendría a ser mi abuelo criollo.
Solíamos mirar la novela en blanco y negro en la cama grande, yo instalada en el medio.
Estimo que mi llegada marcó el fin de la escasa vida sexual de ellos. No recuerdo una noche infantil durmiendo en la que debería haber sido mi cama.
Usé mi propia pieza cuando ya tenía que depilarme y dormía más tranquila mientras soñaba con el arquero**** de Unión de quien estaba enamorada en aquellas épocas ochentosas.
Todas las tardes tomaban mates muy azucarados a los que no me animaba ni por error. Mi abuela no sabía cebarlos*****, no era criolla ni argentina en sus usos y costumbres, fue criada por gringos extranjeros, de modo que su esposo, mi abuelo, se acostumbró a tomar esa "melaza" con agua casi hervida y no decir ni mu.
Mientras eso sucedía en la galería cerrada, yo hacía la tarea con el lógico desparramo de carpetas, útiles, libros de texto, revistas Billiken o Anteojito, etcétera, en la mesa del comedor mientras ya me iba acostumbrando al café como mi bebida de cabecera.
Mientras escribo, recuerdo todo ello con una sonrisa en el alma y lejos de las lágrimas que pensé que rodarían frente a tanta nostalgia y gente que ya se fue a las estrellas.

No me importa seguir teniendo cuarenta y tantos mientras siga este fresco, esta vida, esa avenida arbolada, esta libertad y esta Santa Fe, ciudad que amo y de vez en cuando echa un guiño desde las luces del renovado puente colgante, sus nuevos edificios, sus viejas costumbres y tu mirada color miel en los cristales de la galería cerrada.


*    Recipiente cóncavo de poca profundidad, en esas épocas de metal, de boca ancha.
**  Grifo.
*** Hospital de gestión privada.
****Portero, guardameta.
*****Cebar: echar agua caliente dentro del mate y ofrecerlo para beber.

lunes, 20 de septiembre de 2010

MI VIDA SIN NACHO

Mi vida sin Nacho – día 1

Acá estamos, en el cantero de avenida Freyre. Yo lo miro y él parecería que me mirara. Te tengo que llevar y dejar, con gente desconocida en un barrio desconocido, pensé.

Me subí y marché con tristeza. Llegué a un taller y se lo dejé al señor Hugo no sé qué... empecé a caminar despacio hacia el este, atroz.

Ya casi no recordaba lo que era caminar. Después de varias cuadras, me "dio bolilla" un remís al azar. ¡Cuatro pesos por seis cuadras! Papo, un compañero, me prestó dos porque el remisero no tenía cambio.

Pablo me vino a buscar a las diez. ¡Qué feo pasar las "montañas" de Catamarca y Av. Freyre en moto! Con mi Nachito nada es igual: tan suave se desliza sobre los baches, con sus asientos cómodos como sillones de primera clase.


día 2

Hoy anduve toda la mañana de taxi en taxi. Desde casa a boulevard, de allí al centro, el bolonqui del tránsito, estos tipos que nunca tienen cambio, todo enredado. De última le tuve que pedir dos billetes de cinco a la farmacéutica de la esquina o el taxista me agarraba a trompadas.

Al mediodía comí con rabia y Pablo me llevó a la oficina. Se me enredó todo el pelo que cuido tanto, parecen nudos en las puntas y así me ven llegar mis compañeros. Tanta plata gastada en Elsève al "divino botón".
Con este sacón de piel no se puede andar, voy a tener que ponerme una campera vieja para enfrentarme al viento.
Durante la tarde no pude firmar salida para ir a ningún lugar, sin mi Nachi no es igual, ni loca me enredo en los problemas de los taxis. Me siento secuestrada en mi propia jaula.
Por la noche tuve frío en la moto, Pablo no entiende porque está más acostumbrado. Horrible.


día 3

Por suerte esta mañana no tenía la obligación de salir, sólo me bañé, comí y lo de ir al supermercado quedará para el fin de semana cuando Nachito vuelva a mi vida. Cómo extraño a mi nene: con su pinturita roja y olorcito naftero. ¿Qué le estarán haciendo? Esta tarde lo llamo al tal Hugo no sé qué por si se complicó algo, salgo corriendo y le quito a mi Nacho.
Dice el hombre que no me preocupe, que no hay nada raro y que el viernes estará listo, señora, como acordamos. Él no sabe lo dura que es la vida sin Nachitus.
Salgo con una campera celeste viejísima y la cara lavada, parezco Cecilia Roth en un capítulo de Mujeres Asesinas en el que hacía de desquiciada.
Cada vez que veo un Gol rojo parecido a mi bebé se me hace un nudo en el corazón. Temo lagrimear en medio de la calle.
Tengo nostalgia de escuchar su ruidito al arrancar.

Esta vez el regreso en la moto fue más suave, luego de una discusión en la que dejé claro que de haber nuevos excesos de velocidad, me tiro de un salto. Me volví a despeinar ya que olvidé atarme el pelo que ahora parece peluca de espantapájaros.

día 4

Otra vez tuve que ir al centro, con la diferencia de que anoche logré hallar algo de cambio y guardarlo exclusivamente para los taxistas de hoy. Del calor de la chapa de esos autos negros y el enredo del tráfico céntrico no me salvé. Horrible. Para peor con las bolsas que llevaba, casi me olvido la cartera en el taxi de vuelta a casa ¡Puf! ¡Cómo te extraño, amado mío! ¡Cuando nos reencontremos todo será una fiesta!

Estuve tan nerviosa que debí bañarme de nuevo. Comí apurada y Pablo me trajo a la oficina, pero por fin recordé atarme el pelo, un lío menos.
Mañana mismo busco a mi Nacho, esté o no esté listo.

día 5

No salí en toda la mañana, presa en mi cautiverio domiciliario,  desde el balcón veo a toda la gente pasar feliz con sus autos, motos o bicicletas. Por humilde que sea el medio de locomoción, igual me despierta cierta envidia.
Después de comer me peiné hacia atrás y até con cualquier piolín. La campera vieja y a subirse a la moto. Último día. Pablo se ofreció para buscarme, no, sorry, hoy vuelvo manejando mi Nacho ¿cómo puede olvidarse? Para mí, es día de gloria.

El taxista que me llevó a barrio Roma me fajó: ocho pesos por menos de un kilómetro, pero todo sea por recuperar a mi querido autito: entro, lo veo... y quedo hipnotizada: está brillante, lo pintaron y enceraron, su perfume ha cambiado, huele a barniz y flores frescas de la mañana. Se me paralizaron las piernas en el largo pasillo de la entrada del taller chapista. Cuanta emoción, bienestar, júbilo...

Puse sobre la palma de la mano del tal Hugo no sé qué, el dinero suficiente como para que me devuelva a mi nene. Le cerré tres puertas y el bául, ya que ninguno tenía seguro, y ¡al asfalto con Nacho! ¡Otra vez, esa felicidad, cuánto placer! Nunca las calles de barrio Roma me parecieron tan bellas.

Al volver, hice salir al balcón del trabajo a mis compañeros y mirarlo: ¡Qué hermoso te lo dejó! ¡Parece nuevo! Y otras ponderaciones hacia mi Nachín.

Y sí, somos el uno para el otro y nunca-nadie-más logrará separarnos, pienso por la noche  bajo la luna llena, mientras manejo de regreso a casa y siento su suave aroma a barniz.

lunes, 30 de agosto de 2010

Sin adiós

Sólo veía tu estrecha espalda, en colores, alejarse por una vereda desconocida. En la mano izquierda llevabas un globo, aunque en realidad el globo te llevaba a ti.
Hacia arriba.
Hacia el cielo.
Hacia la nada.
Te fuiste sin decir adiós, en colores, con un globo azul en la mano.

viernes, 6 de agosto de 2010

sábado, 3 de julio de 2010

Solterón

Adiós amor mío, dijo un día. Adiós al amor erótico, adiós al amor filial, adiós al amor en todos sus tipos y expresiones.
Sólo siente envidia, rabia, resentimiento. Bajó la persiana de su corazón cuando lo dejó la novia de la adolescencia y treinta años después encontramos un solterón hostil, misógino, cruel.
Lo único que contiene su corazón es veneno y maldad.

martes, 1 de junio de 2010

Borges y los esclavos de Kentucky

Pasé la noche del sábado hurgando en la biblioteca del abuelo. Hallé títulos importantes y libros que jamás pensé que a él le gustarían. Cuando estaba por cerrar la puerta de roble, leo en el lomo de un libraco viejo "La cabaña del tío Tom", volví a subir dos peldaños de su antigua escalera y lo bajé, encantada, para comenzar a devorarlo esa misma noche. Noté algo así como un deslizamiento, una brisa sutil, cerca de mi brazo izquierdo. Miré alrededor y no vi nada fuera de lugar.
Cerré la puerta amarillenta y empecé a recorrer las primeras líneas donde un traficante de esclavos habla con el dueño de Tom sobre los beneficios de contarlo entre su gente.
Fui arrastrando con sigilo los pies descalzos sobre la alfombra para no despertar a nadie. Era medianoche y algo topó con mi pie derecho: Artificios de Borges, estaba caído en el suelo sin más penas ni tesoros que mi indiferencia. Sentí culpa, tristeza y melancolía. Borges me esperaba arrojado de bruces en el piso y yo como si nada. Recordé aquel sábado de otoño del ochenta y cinco en casa de Marisa cuando otra amiga dijo "Murió el viejo Borges" con la misma naturalidad con la que hubiera estornudado o ido al baño.
Me senté en el piso, con Tom en una mano y Borges en la otra. Miré el diseño de tapa y pensé los años que pasaron desde que lo leí, que no era del abuelo sino mío el pequeño libro ocre.
Volví al dormitorio y me acosté a leer la novela de esclavos, pero con la sensación de que Borges me esperaba, paciente, junto a la lámpara de mi mesa de noche.