jueves, 11 de febrero de 2010

POLITI-K

Mi psiquiatra se enojó de nuevo conmigo. Ahora, porque el presidente del Banco Central se niega a abandonar su puesto y no tenemos la misma óptica.
Expresé que el señor Tornado debe obedecer al ministro Bubú. En cambio, mi doctor dice que se debe ir aceptando la decisión de la presidente de la Nación, Nestorina de Kirlombo.
Además, observé que no podemos ser todos candidatos para el 2011. No coincidió y cambió de tema.
Ahora, estoy encerrada con el televisor echando vapor, transmitiendo en vivo como Tornado es expulsado por Mala Conducta, como niño del colegio, según decreta Nestorina hoy.
Él, sigue atrincherado en su sillón. Yo, pastilla blanca en el paladar, trato de sobrevivir al atroz encanto de ser argentina.

Argentina, Argenlandia, Argentos

¿Se puede vivir en la Argentina? Te falta el aire, a veces te dan ganas de gritar, de salir corriendo, de cruzar el río Uruguay sin más valija que el DNI en una bolsa de nylon, de bajar los brazos... de bajar la guardia.
¿Se puede cambiar la Argentina? Ópera inconclusa, demanda sin respuestas, futuro dudoso.
Se puede cambiar de año, de pasión, de religión, de estado civil, de casa y de laburo, pero si se puede cambiar este país, ¿por qué no hemos comenzado aún?

TANTO

Leo y releo tu carta, repaso la tinta azul violácea, toco tus letras. Te amo pero estás tan lejos.
Me gustan tu piel cetrina y tu pelo bruno al viento, besarte los párpados mientras el aire andino me da en la cara.
Pertenezco tanto a la llanura, con sus veranos agobiantes y los gringos trabajando el campo de sol a sol. Más el río que todo lo puede; con sus islas, pescadores, canoas y sauces llorones acariciando el agua con sus lágrimas.
Crecimos en mundos distintos.
No tengo idea cómo se escala ni una de tus montañas, pero sé subir por tu espalda para acariciarte los hombros. No sabría cómo llegar a Paso Oscuro, sin embargo conozco tus pisadas mejor que mi mirada en el espejo.
Tanto nos une.
Tanto nos aleja.
Tanto te amo.

Amores Vacíos y Banderas Fatigadas

No me encuentro en el espejo, debo estar en otro lugar. La lluvia fatiga las banderas y la patria destiñe su celeste cielo.
Miro hacia la calle sabiendo que es tiempo perdido. Estás lejos de mí, muy dentro de ti mismo y tus consecuencias. Cómo me gustaría amarte.


Tal vez tu egoísmo haga que mires la misma lluvia y la misma bandera, desde otro sitio, sólo como un día más.
En uno de los espejos de tu mansión, aparece mi rostro con absoluta nitidez.

viernes, 5 de febrero de 2010

LA OFICINA EN LA PLAZOLETA DE LA AVENIDA MEREY

Sentada bajo un árbol, tecleaba en mi computadora mientras los autos pasaban, indiferentes, fieles al verde destino del semáforo y su cuello de jirafa. No tenía teléfonos y no sabía cómo comunicarme con mis compañeros de oficina. Tampoco estaban mi escritorio con lápices y papeles ni la voz del encargado en la oficina contigua.
Entre hierbas, vi un marcador azul fuerte que no me pertenecía.
Me dolía la espalda, ya que sentada sobre un tronco atravesado en la plazoleta no sabía ingresar información a las planillas de costos pero sin embargo lo estaba haciendo. Todo muy confuso y raro, sobre mi cabeza el cielo era vegetal.
Nadie me miraba, porque en realidad, nadie me veía. Pensé en llamar a Marlina, pero no encontré el celular en mi bolsillo.
Tuve ganas de echarme a llorar en plena calle.
Había perdido todo: mi trabajo, el grupo humano y el sueldo mensual. Tendría que limpiar autos si quería lograr alguna moneda.
Giré. En esos instantes estaban internando a Lorna en una clínica de-no-sé-qué, muy bonita pero con ventanas oscuras en la acera sur. La pobre infeliz llevaba una bata amarillenta como todo vestido y se entregaba resignada a su destino.
Ya ni jefa me quedaba.
Los algarrobos y tilos se llenaron de aves y sus trinos, amén del olor húmedo de la vegetación en enero.
Pensé que tal vez César sabría de mi situación y al no encontrarme en casa me buscaría. Qué absurdo. Sólo podría encontrar mi celular en la mesa de la cocina.
¿Cómo adivinaría que mi puesto de trabajo se resumía al tronco de una plaza?
Pasó una nena con un globo ámbar, se acercó y me lo dio. Cuando vio que me lo amarraba al tobillo salió corriendo y se fue con la madre.
Comprendí que había sido desacertado atármelo, escribí un mensaje azul para César en él y lo solté.
ESTOY EN LA PLAZOLETA DE LA AVENIDA MEREY TRABAJANDO - BUSCAME.
Envejecía el cielo pero el globo tomó impulso hacia el centro, fue la primera alegría del día. Tal vez llegaría a mi casa en poco tiempo.
Seguí tecleando sin darle importancia al dolor de espaldas ni a la oscuridad estival.
Confiaba en mi mensaje, en el globo como loco navegante nocturno y en ti.
Advertí la presencia de alguien observándome. Una sombra alta y oscura en medio de la noche que se cerraba sobre Merey.
César me miraba con ternura mientras sostenía el globo en la mano izquierda.
Lo abracé sin pensar que rompía el teclado y el monitor quedaba olvidado, el tronco se convirtió en cenizas y los árboles empequeñecían velozmente.
El globo se había desinflado, resumiéndose en un caramelo de miel en la palma de tu mano.
Excepto vos y yo, todo era relativo.