jueves, 30 de diciembre de 2010

Feliz 2011

Es más fácil hacer llorar que reír. De todos modos, me siento en el alféizar de cualquier ventana vieja y tal vez sucia, con un liso en una mano y la mochila rota en la otra, para desearlas a mis lectores el mejor 2011 sin las palabras comunes de todos los años, que no las esperen, solamente que la pasen como y con quien quieran, siempre y cuando la pasen bien.
Con mucho calor o tiritando de frío, tomémosnos de la mano y saltemos todos juntos que el 2011 nos viene atropellando como tren de guerra.
¡SALUD!


Ana.

jueves, 21 de octubre de 2010

Cuatro décadas

Una siesta muy calurosa de enero, del lado argentino del Atlántico y en barrio Candioti de la ciudad de Santa Fe, cuando todavía había muchos 404 como taxy y los durmientes del tranvía quedaron de souvenir sobre el empredrado de calle 4 de enero, me dio por nacer.
Una estupidez.
Me hubiera quedado dos o tres meses más de vacaciones en la panza de mi madre, tranquila, a la temperatura justa, desnuda, sin tener que llorar toda la noche para que me dieran de comer y me metieran en una palangana* con agua de la canilla** todos los días bajo el título de "baño a la nena".
Vine al mundo en el Sanatorio*** Rivadavia, que ahora es un multiespacio de no se qué comercios en planta baja, con varios pisos muy divididos de esos que los clasificados ofrecen como "monamb-luminoso-ban-coc" como gran opción para inversionistas.
Luego de una semana, mis padres volvieron a casa de mis abuelos y de ahí a sus trabajos respectivos, por lo que quien les escribe se crió entre su abuela piamontesa y el marido de ella, que vendría a ser mi abuelo criollo.
Solíamos mirar la novela en blanco y negro en la cama grande, yo instalada en el medio.
Estimo que mi llegada marcó el fin de la escasa vida sexual de ellos. No recuerdo una noche infantil durmiendo en la que debería haber sido mi cama.
Usé mi propia pieza cuando ya tenía que depilarme y dormía más tranquila mientras soñaba con el arquero**** de Unión de quien estaba enamorada en aquellas épocas ochentosas.
Todas las tardes tomaban mates muy azucarados a los que no me animaba ni por error. Mi abuela no sabía cebarlos*****, no era criolla ni argentina en sus usos y costumbres, fue criada por gringos extranjeros, de modo que su esposo, mi abuelo, se acostumbró a tomar esa "melaza" con agua casi hervida y no decir ni mu.
Mientras eso sucedía en la galería cerrada, yo hacía la tarea con el lógico desparramo de carpetas, útiles, libros de texto, revistas Billiken o Anteojito, etcétera, en la mesa del comedor mientras ya me iba acostumbrando al café como mi bebida de cabecera.
Mientras escribo, recuerdo todo ello con una sonrisa en el alma y lejos de las lágrimas que pensé que rodarían frente a tanta nostalgia y gente que ya se fue a las estrellas.

No me importa seguir teniendo cuarenta y tantos mientras siga este fresco, esta vida, esa avenida arbolada, esta libertad y esta Santa Fe, ciudad que amo y de vez en cuando echa un guiño desde las luces del renovado puente colgante, sus nuevos edificios, sus viejas costumbres y tu mirada color miel en los cristales de la galería cerrada.


*    Recipiente cóncavo de poca profundidad, en esas épocas de metal, de boca ancha.
**  Grifo.
*** Hospital de gestión privada.
****Portero, guardameta.
*****Cebar: echar agua caliente dentro del mate y ofrecerlo para beber.

lunes, 20 de septiembre de 2010

MI VIDA SIN NACHO

Mi vida sin Nacho – día 1

Acá estamos, en el cantero de avenida Freyre. Yo lo miro y él parecería que me mirara. Te tengo que llevar y dejar, con gente desconocida en un barrio desconocido, pensé.

Me subí y marché con tristeza. Llegué a un taller y se lo dejé al señor Hugo no sé qué... empecé a caminar despacio hacia el este, atroz.

Ya casi no recordaba lo que era caminar. Después de varias cuadras, me "dio bolilla" un remís al azar. ¡Cuatro pesos por seis cuadras! Papo, un compañero, me prestó dos porque el remisero no tenía cambio.

Pablo me vino a buscar a las diez. ¡Qué feo pasar las "montañas" de Catamarca y Av. Freyre en moto! Con mi Nachito nada es igual: tan suave se desliza sobre los baches, con sus asientos cómodos como sillones de primera clase.


día 2

Hoy anduve toda la mañana de taxi en taxi. Desde casa a boulevard, de allí al centro, el bolonqui del tránsito, estos tipos que nunca tienen cambio, todo enredado. De última le tuve que pedir dos billetes de cinco a la farmacéutica de la esquina o el taxista me agarraba a trompadas.

Al mediodía comí con rabia y Pablo me llevó a la oficina. Se me enredó todo el pelo que cuido tanto, parecen nudos en las puntas y así me ven llegar mis compañeros. Tanta plata gastada en Elsève al "divino botón".
Con este sacón de piel no se puede andar, voy a tener que ponerme una campera vieja para enfrentarme al viento.
Durante la tarde no pude firmar salida para ir a ningún lugar, sin mi Nachi no es igual, ni loca me enredo en los problemas de los taxis. Me siento secuestrada en mi propia jaula.
Por la noche tuve frío en la moto, Pablo no entiende porque está más acostumbrado. Horrible.


día 3

Por suerte esta mañana no tenía la obligación de salir, sólo me bañé, comí y lo de ir al supermercado quedará para el fin de semana cuando Nachito vuelva a mi vida. Cómo extraño a mi nene: con su pinturita roja y olorcito naftero. ¿Qué le estarán haciendo? Esta tarde lo llamo al tal Hugo no sé qué por si se complicó algo, salgo corriendo y le quito a mi Nacho.
Dice el hombre que no me preocupe, que no hay nada raro y que el viernes estará listo, señora, como acordamos. Él no sabe lo dura que es la vida sin Nachitus.
Salgo con una campera celeste viejísima y la cara lavada, parezco Cecilia Roth en un capítulo de Mujeres Asesinas en el que hacía de desquiciada.
Cada vez que veo un Gol rojo parecido a mi bebé se me hace un nudo en el corazón. Temo lagrimear en medio de la calle.
Tengo nostalgia de escuchar su ruidito al arrancar.

Esta vez el regreso en la moto fue más suave, luego de una discusión en la que dejé claro que de haber nuevos excesos de velocidad, me tiro de un salto. Me volví a despeinar ya que olvidé atarme el pelo que ahora parece peluca de espantapájaros.

día 4

Otra vez tuve que ir al centro, con la diferencia de que anoche logré hallar algo de cambio y guardarlo exclusivamente para los taxistas de hoy. Del calor de la chapa de esos autos negros y el enredo del tráfico céntrico no me salvé. Horrible. Para peor con las bolsas que llevaba, casi me olvido la cartera en el taxi de vuelta a casa ¡Puf! ¡Cómo te extraño, amado mío! ¡Cuando nos reencontremos todo será una fiesta!

Estuve tan nerviosa que debí bañarme de nuevo. Comí apurada y Pablo me trajo a la oficina, pero por fin recordé atarme el pelo, un lío menos.
Mañana mismo busco a mi Nacho, esté o no esté listo.

día 5

No salí en toda la mañana, presa en mi cautiverio domiciliario,  desde el balcón veo a toda la gente pasar feliz con sus autos, motos o bicicletas. Por humilde que sea el medio de locomoción, igual me despierta cierta envidia.
Después de comer me peiné hacia atrás y até con cualquier piolín. La campera vieja y a subirse a la moto. Último día. Pablo se ofreció para buscarme, no, sorry, hoy vuelvo manejando mi Nacho ¿cómo puede olvidarse? Para mí, es día de gloria.

El taxista que me llevó a barrio Roma me fajó: ocho pesos por menos de un kilómetro, pero todo sea por recuperar a mi querido autito: entro, lo veo... y quedo hipnotizada: está brillante, lo pintaron y enceraron, su perfume ha cambiado, huele a barniz y flores frescas de la mañana. Se me paralizaron las piernas en el largo pasillo de la entrada del taller chapista. Cuanta emoción, bienestar, júbilo...

Puse sobre la palma de la mano del tal Hugo no sé qué, el dinero suficiente como para que me devuelva a mi nene. Le cerré tres puertas y el bául, ya que ninguno tenía seguro, y ¡al asfalto con Nacho! ¡Otra vez, esa felicidad, cuánto placer! Nunca las calles de barrio Roma me parecieron tan bellas.

Al volver, hice salir al balcón del trabajo a mis compañeros y mirarlo: ¡Qué hermoso te lo dejó! ¡Parece nuevo! Y otras ponderaciones hacia mi Nachín.

Y sí, somos el uno para el otro y nunca-nadie-más logrará separarnos, pienso por la noche  bajo la luna llena, mientras manejo de regreso a casa y siento su suave aroma a barniz.

lunes, 30 de agosto de 2010

Sin adiós

Sólo veía tu estrecha espalda, en colores, alejarse por una vereda desconocida. En la mano izquierda llevabas un globo, aunque en realidad el globo te llevaba a ti.
Hacia arriba.
Hacia el cielo.
Hacia la nada.
Te fuiste sin decir adiós, en colores, con un globo azul en la mano.

viernes, 6 de agosto de 2010

sábado, 3 de julio de 2010

Solterón

Adiós amor mío, dijo un día. Adiós al amor erótico, adiós al amor filial, adiós al amor en todos sus tipos y expresiones.
Sólo siente envidia, rabia, resentimiento. Bajó la persiana de su corazón cuando lo dejó la novia de la adolescencia y treinta años después encontramos un solterón hostil, misógino, cruel.
Lo único que contiene su corazón es veneno y maldad.

martes, 1 de junio de 2010

Borges y los esclavos de Kentucky

Pasé la noche del sábado hurgando en la biblioteca del abuelo. Hallé títulos importantes y libros que jamás pensé que a él le gustarían. Cuando estaba por cerrar la puerta de roble, leo en el lomo de un libraco viejo "La cabaña del tío Tom", volví a subir dos peldaños de su antigua escalera y lo bajé, encantada, para comenzar a devorarlo esa misma noche. Noté algo así como un deslizamiento, una brisa sutil, cerca de mi brazo izquierdo. Miré alrededor y no vi nada fuera de lugar.
Cerré la puerta amarillenta y empecé a recorrer las primeras líneas donde un traficante de esclavos habla con el dueño de Tom sobre los beneficios de contarlo entre su gente.
Fui arrastrando con sigilo los pies descalzos sobre la alfombra para no despertar a nadie. Era medianoche y algo topó con mi pie derecho: Artificios de Borges, estaba caído en el suelo sin más penas ni tesoros que mi indiferencia. Sentí culpa, tristeza y melancolía. Borges me esperaba arrojado de bruces en el piso y yo como si nada. Recordé aquel sábado de otoño del ochenta y cinco en casa de Marisa cuando otra amiga dijo "Murió el viejo Borges" con la misma naturalidad con la que hubiera estornudado o ido al baño.
Me senté en el piso, con Tom en una mano y Borges en la otra. Miré el diseño de tapa y pensé los años que pasaron desde que lo leí, que no era del abuelo sino mío el pequeño libro ocre.
Volví al dormitorio y me acosté a leer la novela de esclavos, pero con la sensación de que Borges me esperaba, paciente, junto a la lámpara de mi mesa de noche.

sábado, 17 de abril de 2010

ENRUTINADA

Papeles tirados, todos blancos, todos insulsos.
Fin de una semana con mucho trabajo estéril.
Caras resignadas, cansadas, grises.
Caras idénticas.
Solitario sábado caluroso.
Gente en otros lugares con otros afectos.
Domingos iguales.
Siento esferas de papel gritando dentro del alma.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Kristilandia

Kristilandia queda en cualquier calle, no sé el número de puerta pero sí la motivación. Kris es una señora bien arreglada pero de malos modales que dice blanco y hace negro.
A veces me echo sobre el césped bajo un túnel de árboles tratando de olvidarla para no enloquecer.
Argenlandia no es sinónimo de Kristilandia, aunque en el presente la diferencia es sutil, difusa. Ella no es dueña de sus palabras y creo que tampoco de todos sus actos. Cree que todos los que pensamos diferente la odiamos, somos sus enemigos.
En estos momentos, mi país es un bife de chorizo que se desangra falto de cocción.

jueves, 11 de febrero de 2010

POLITI-K

Mi psiquiatra se enojó de nuevo conmigo. Ahora, porque el presidente del Banco Central se niega a abandonar su puesto y no tenemos la misma óptica.
Expresé que el señor Tornado debe obedecer al ministro Bubú. En cambio, mi doctor dice que se debe ir aceptando la decisión de la presidente de la Nación, Nestorina de Kirlombo.
Además, observé que no podemos ser todos candidatos para el 2011. No coincidió y cambió de tema.
Ahora, estoy encerrada con el televisor echando vapor, transmitiendo en vivo como Tornado es expulsado por Mala Conducta, como niño del colegio, según decreta Nestorina hoy.
Él, sigue atrincherado en su sillón. Yo, pastilla blanca en el paladar, trato de sobrevivir al atroz encanto de ser argentina.

Argentina, Argenlandia, Argentos

¿Se puede vivir en la Argentina? Te falta el aire, a veces te dan ganas de gritar, de salir corriendo, de cruzar el río Uruguay sin más valija que el DNI en una bolsa de nylon, de bajar los brazos... de bajar la guardia.
¿Se puede cambiar la Argentina? Ópera inconclusa, demanda sin respuestas, futuro dudoso.
Se puede cambiar de año, de pasión, de religión, de estado civil, de casa y de laburo, pero si se puede cambiar este país, ¿por qué no hemos comenzado aún?

TANTO

Leo y releo tu carta, repaso la tinta azul violácea, toco tus letras. Te amo pero estás tan lejos.
Me gustan tu piel cetrina y tu pelo bruno al viento, besarte los párpados mientras el aire andino me da en la cara.
Pertenezco tanto a la llanura, con sus veranos agobiantes y los gringos trabajando el campo de sol a sol. Más el río que todo lo puede; con sus islas, pescadores, canoas y sauces llorones acariciando el agua con sus lágrimas.
Crecimos en mundos distintos.
No tengo idea cómo se escala ni una de tus montañas, pero sé subir por tu espalda para acariciarte los hombros. No sabría cómo llegar a Paso Oscuro, sin embargo conozco tus pisadas mejor que mi mirada en el espejo.
Tanto nos une.
Tanto nos aleja.
Tanto te amo.

Amores Vacíos y Banderas Fatigadas

No me encuentro en el espejo, debo estar en otro lugar. La lluvia fatiga las banderas y la patria destiñe su celeste cielo.
Miro hacia la calle sabiendo que es tiempo perdido. Estás lejos de mí, muy dentro de ti mismo y tus consecuencias. Cómo me gustaría amarte.


Tal vez tu egoísmo haga que mires la misma lluvia y la misma bandera, desde otro sitio, sólo como un día más.
En uno de los espejos de tu mansión, aparece mi rostro con absoluta nitidez.

viernes, 5 de febrero de 2010

LA OFICINA EN LA PLAZOLETA DE LA AVENIDA MEREY

Sentada bajo un árbol, tecleaba en mi computadora mientras los autos pasaban, indiferentes, fieles al verde destino del semáforo y su cuello de jirafa. No tenía teléfonos y no sabía cómo comunicarme con mis compañeros de oficina. Tampoco estaban mi escritorio con lápices y papeles ni la voz del encargado en la oficina contigua.
Entre hierbas, vi un marcador azul fuerte que no me pertenecía.
Me dolía la espalda, ya que sentada sobre un tronco atravesado en la plazoleta no sabía ingresar información a las planillas de costos pero sin embargo lo estaba haciendo. Todo muy confuso y raro, sobre mi cabeza el cielo era vegetal.
Nadie me miraba, porque en realidad, nadie me veía. Pensé en llamar a Marlina, pero no encontré el celular en mi bolsillo.
Tuve ganas de echarme a llorar en plena calle.
Había perdido todo: mi trabajo, el grupo humano y el sueldo mensual. Tendría que limpiar autos si quería lograr alguna moneda.
Giré. En esos instantes estaban internando a Lorna en una clínica de-no-sé-qué, muy bonita pero con ventanas oscuras en la acera sur. La pobre infeliz llevaba una bata amarillenta como todo vestido y se entregaba resignada a su destino.
Ya ni jefa me quedaba.
Los algarrobos y tilos se llenaron de aves y sus trinos, amén del olor húmedo de la vegetación en enero.
Pensé que tal vez César sabría de mi situación y al no encontrarme en casa me buscaría. Qué absurdo. Sólo podría encontrar mi celular en la mesa de la cocina.
¿Cómo adivinaría que mi puesto de trabajo se resumía al tronco de una plaza?
Pasó una nena con un globo ámbar, se acercó y me lo dio. Cuando vio que me lo amarraba al tobillo salió corriendo y se fue con la madre.
Comprendí que había sido desacertado atármelo, escribí un mensaje azul para César en él y lo solté.
ESTOY EN LA PLAZOLETA DE LA AVENIDA MEREY TRABAJANDO - BUSCAME.
Envejecía el cielo pero el globo tomó impulso hacia el centro, fue la primera alegría del día. Tal vez llegaría a mi casa en poco tiempo.
Seguí tecleando sin darle importancia al dolor de espaldas ni a la oscuridad estival.
Confiaba en mi mensaje, en el globo como loco navegante nocturno y en ti.
Advertí la presencia de alguien observándome. Una sombra alta y oscura en medio de la noche que se cerraba sobre Merey.
César me miraba con ternura mientras sostenía el globo en la mano izquierda.
Lo abracé sin pensar que rompía el teclado y el monitor quedaba olvidado, el tronco se convirtió en cenizas y los árboles empequeñecían velozmente.
El globo se había desinflado, resumiéndose en un caramelo de miel en la palma de tu mano.
Excepto vos y yo, todo era relativo.

miércoles, 27 de enero de 2010

Tu Despedida

Puñal caliente.
Montaña sin cumbre.
Cortinas al viento.
Tango sin fin.
Así y un poco más cruel, fue el día de tu adiós.

miércoles, 20 de enero de 2010

Frío y Cobardía

Tu boca no se abre. Agita el viento del mar el humo de tu cigarrillo. Intentas mirarme, pero te volvés hacia el balcón.
¿Alguna vez me amaste?

Tu boca intenta decirme algo. Tus labios carnosos empalidecen frente al viento frío de esta noche de invierno. El mar puede ser cruel con gente como vos.
¿Alguna vez te amé?

Por fin giras hacia mí, tu boca se abre, pero vuelve a plegarse y tu mirada se pierde en el aire, tomas las llaves y te acercás hacia la puerta. El frío es más cruel con gente cobarde.
Nunca me quisiste.
A lo lejos, en la playa oscura, veo tu espalda alejarse sobre el muelle.
Ya no te amo.

domingo, 17 de enero de 2010

Pobreza y Catástrofes

Vivo en un país pobre. No preciso cruzar la frontera para tomar contacto con la pobreza, la miseria, la postergación.
Convivo con manitos que piden "una monedita que me dé" mientras andan en patas sobre el asfalto, con el pelo sucio y la ropa perforada.
Las caritas morenas con cicatrices y las bocas sin dientes son pan de todos los días, no es necesario llenar papeles en una oficina y subirse a un avión para conocerlos.
Les pregunto si van a la escuela, la mayoría dice que sí, pero un día una nena me dijo que no porque la hermanita le traía frutas del comedor escolar.
Vivo en la Argentina, no es necesario ir muy lejos para ver trozos de cartón o chapas que son todo el "hogar" que tiene una familia, que llega el invierno y el frío los atraviesa como puñales en el aire.
Son los mismos que en el hospital deben esperar para que los vea un médico cuatro horas después, o llaman desde su barrio a una ambulancia que no podrá acceder por miedo.
Catástrofes hay muchas, pandemias también.
Pero la pobreza es un pequeño sismo diario.