Vivo en un país pobre. No preciso cruzar la frontera para tomar contacto con la pobreza, la miseria, la postergación.
Convivo con manitos que piden "una monedita que me dé" mientras andan en patas sobre el asfalto, con el pelo sucio y la ropa perforada.
Las caritas morenas con cicatrices y las bocas sin dientes son pan de todos los días, no es necesario llenar papeles en una oficina y subirse a un avión para conocerlos.
Les pregunto si van a la escuela, la mayoría dice que sí, pero un día una nena me dijo que no porque la hermanita le traía frutas del comedor escolar.
Vivo en la Argentina, no es necesario ir muy lejos para ver trozos de cartón o chapas que son todo el "hogar" que tiene una familia, que llega el invierno y el frío los atraviesa como puñales en el aire.
Son los mismos que en el hospital deben esperar para que los vea un médico cuatro horas después, o llaman desde su barrio a una ambulancia que no podrá acceder por miedo.
Catástrofes hay muchas, pandemias también.
Pero la pobreza es un pequeño sismo diario.
domingo, 17 de enero de 2010
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Es cierto! Hoy mas aún.
ResponderEliminarParecemos herirnos con catástrofes ajenas y no tomamos conciencia que nosotros tenemos las nuestras...
Un abrazo!
SALVACIÓN
ResponderEliminarSe fuga la isla
Y la muchacha vuelve a escalar el viento
y a descubrir la muerte del pájaro profeta
Ahora
es el fuego sometido
Ahora
es la carne
la hoja
la piedra
perdidos en la fuente del tormento
como el navegante en el horror de la civilación
que purifica la caída de la noche
Ahora
la muchacha halla la máscara del infinito
y rompe el muro de la poesía.
Ale Pizarnik