domingo, 30 de enero de 2011

Tilingos

Entró mascando chicle y no paraba de hacer rulos con sus cabellos con una birome. No tendría veinte años y varios "piercings" y tatuajes estropeaban su cara y brazos. Miró mi living y comedor con indiferencia, sin que el sonido de la goma de mascar dejara de escucharse en la casa silenciosa.
-Mañana vuelvo, eh? O la van a llamar en 72 horas de la empresa para coordinar cuando vienen a colocar las alarmas...-Remató. Lo miré muda.
Estuve toda la semana en  casa esperándolos, para que me manden el viernes a un pendejo* desaprensivo e insolente que vino solo y sin la más mínima gana de trabajar.
Atravesó el jardín apurado, mientras otro secuaz de la misma calaña lo esperaba en un auto viejo y vencido por la tierra estacionado a más de un metro del cordón de la vereda.
Mis vecinos miraban el extraño cuadro de situación sin saber de qué se trataba. Yo tampoco entendía nada.
Han pasado más de dos semanas sin tener noticias del tilingo ni de la empresa de seguridad, eso sí, los restos de su chicle descolorido quedaron como recuerdo indeleble sobre la reja del jardin.

*Pendejo: joven, adolescente.