viernes, 23 de enero de 2009

Pedro y Pablo

Pedro y Pablo, propietarios inconexos, trashumantes pero atentos, bellos y a la vez lejanos. A veces pasean por Vía Apia como fantasmas silentes, sin manos, culminando un veintinueve de junio cualquiera en una Roma tan cruel como vieja, ígnea, atroz. Tal vez necesitemos dos mil años más para comprenderlos.
Para saber qué quisieron gritar desde allí al mundo. Quizás.

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