viernes, 5 de febrero de 2010

LA OFICINA EN LA PLAZOLETA DE LA AVENIDA MEREY

Sentada bajo un árbol, tecleaba en mi computadora mientras los autos pasaban, indiferentes, fieles al verde destino del semáforo y su cuello de jirafa. No tenía teléfonos y no sabía cómo comunicarme con mis compañeros de oficina. Tampoco estaban mi escritorio con lápices y papeles ni la voz del encargado en la oficina contigua.
Entre hierbas, vi un marcador azul fuerte que no me pertenecía.
Me dolía la espalda, ya que sentada sobre un tronco atravesado en la plazoleta no sabía ingresar información a las planillas de costos pero sin embargo lo estaba haciendo. Todo muy confuso y raro, sobre mi cabeza el cielo era vegetal.
Nadie me miraba, porque en realidad, nadie me veía. Pensé en llamar a Marlina, pero no encontré el celular en mi bolsillo.
Tuve ganas de echarme a llorar en plena calle.
Había perdido todo: mi trabajo, el grupo humano y el sueldo mensual. Tendría que limpiar autos si quería lograr alguna moneda.
Giré. En esos instantes estaban internando a Lorna en una clínica de-no-sé-qué, muy bonita pero con ventanas oscuras en la acera sur. La pobre infeliz llevaba una bata amarillenta como todo vestido y se entregaba resignada a su destino.
Ya ni jefa me quedaba.
Los algarrobos y tilos se llenaron de aves y sus trinos, amén del olor húmedo de la vegetación en enero.
Pensé que tal vez César sabría de mi situación y al no encontrarme en casa me buscaría. Qué absurdo. Sólo podría encontrar mi celular en la mesa de la cocina.
¿Cómo adivinaría que mi puesto de trabajo se resumía al tronco de una plaza?
Pasó una nena con un globo ámbar, se acercó y me lo dio. Cuando vio que me lo amarraba al tobillo salió corriendo y se fue con la madre.
Comprendí que había sido desacertado atármelo, escribí un mensaje azul para César en él y lo solté.
ESTOY EN LA PLAZOLETA DE LA AVENIDA MEREY TRABAJANDO - BUSCAME.
Envejecía el cielo pero el globo tomó impulso hacia el centro, fue la primera alegría del día. Tal vez llegaría a mi casa en poco tiempo.
Seguí tecleando sin darle importancia al dolor de espaldas ni a la oscuridad estival.
Confiaba en mi mensaje, en el globo como loco navegante nocturno y en ti.
Advertí la presencia de alguien observándome. Una sombra alta y oscura en medio de la noche que se cerraba sobre Merey.
César me miraba con ternura mientras sostenía el globo en la mano izquierda.
Lo abracé sin pensar que rompía el teclado y el monitor quedaba olvidado, el tronco se convirtió en cenizas y los árboles empequeñecían velozmente.
El globo se había desinflado, resumiéndose en un caramelo de miel en la palma de tu mano.
Excepto vos y yo, todo era relativo.

2 comentarios:

  1. Como un sueño hecho realidad =). Bellísimo.

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  2. un viaje en globo comienza cuando lo dejas ir y acaba cuando apartas la vista. Me gusto

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